Las
emociones juegan un papel decisivo al momento de realizar tareas complejas que
requieren tiempo y esfuerzo. Por ello, el gerente debe saber manejar la
inteligencia emocional, entendida como un conjunto de habilidades que abarquen
la capacidad de motivarse y persistir frente a las decepciones, controlar el
impulso y demostrar la gratificación, regular el mal humor, mostrar empatía
hacia las demás personas y auto conocer un
sentimientos
cuando se presenta, variables de tipo psicológico que pudieran obstaculizar el
desempeño personal y laboral, así como el logro de colaboración dentro de los
equipos de trabajo. Es así como el elemento emocional resulta determinante al
introducir innovaciones, particularmente de tipo tecnológico, por la constante
adaptación al cambio que implican y la competencia descarnada que pueden
desatar.
En
mi experiencia como docente, he comprendido que la colaboración entre los
alumnos es indispensable en la conducción de la enseñanza y el aprendizaje, ya
que la motivación hacia la investigación refuerza el ánimo de querer aprender,
y la carga de responsabilidad para con los compañeros los obliga a la ejecución
de las actividades.
De igual manera, el docente, tiene que diseñar cuidadosamente la propuesta, definir los objetivos, los materiales de trabajo, dividir la temática a tratar en subtareas, oficiar de mediador cognitivo en cuanto a proponer preguntas esenciales y subsidiarias que realmente apunten a la construcción del conocimiento y no a la repetición de información obtenida y, finalmente, monitorear el trabajo resolviendo cuestiones puntuales individuales o grupales según sea el emergente. Muchas veces, después de una práctica habitual de esta estrategia, el límite entre lo que corresponde al alumno y lo que corresponde al docente se desdibuja y es entonces cuando
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